Circuitos cerebrales. Neuronas que se regeneran

Durante mucho tiempo los científicos han creído que el cerebro tiene una estructura inmutable, o lo que es lo mismo, que es imposible cambiarlo, y que lo que has heredado de tu familia configura tu destino. Pero en realidad el cerebro posee elasticidad (NEUROPLASTICIDAD), una capacidad de desconectar antiguas rutas de pensamiento y de crear nuevas rutas, a cualquier edad y en cualquier momento.

Toda persona está preparada para realizar cambios en los circuitos del cerebro.

Los efectos a largo plazo de nuestra línea de pensamiento habitual puede ser la causa del estado de desequilibrio corporal al que llamamos enfermedad.

El mero hecho de pensar altera la composición química de nuestro organismo hasta el punto de crear un estado determinado de salud/ no salud. Las células cerebrales se reajustan y se reorganizan constantemente en función de nuestros pensamientos y nuestras experiencias.

Cada vez que aprendemos algo, o focalizamos una acción nueva, se generan circuitos neuronales diferentes que se ponen en acción tanto si ejercemos la acción física como si la repasamos mentalmente.  

Se hizo un estudio comparando tres grupos de personas:

1 grupo que no hacía nada.    2 grupo que tocaba una canción en el piano    3 grupo que miraba tocar

El grupo 1, no registró ningún cambio a nivel cerebral.
El grupo 2 y el 3 presentaban la misma activación en una zona específica del cerebro cuando hacían la acción, uno tocar y otro sólo mirar la acción.

Observa la figura.
El lóbulo temporal rastrea los recuerdos y relaciona los trazos con algún tipo de ave.
El dibujo activa unos cuantos centenares de millones de circuitos cerebrales, los cuales desencadenan una secuencia única y activan partes específicas de tu cerebro que te “recuerdan” la palabra que encaja con esas neuronas.

Ahora aplicando la NEUROPLASTICIDAD, deja de ver un ave en el dibujo y encuentra un conejo. Para realizar esta tarea, el lóbulo frontal debe obligar a tu cerebro a “desactivar” los circuitos relacionados con las aves y reorganizar el sistema para imaginar a un conejo.

La NEUROPLATICIDAD nos permite cambiar, otorgándonos la capacidad de conseguir que el cerebro renuncie a su estructuración interna habitual y diseñe nuevos patrones y combinaciones.

Una historia de transformación personal que  muestra de lo que el cerebro es capaz
Esta experiencia la relata Joe Dispenza, lo que le hizo investigar el poder del cerebro para cambiarnos la vida.

Luego de examinarlo no encontraron daño neurológico. Las vértebras desde la dorsal 8 a la lumbar 1 estaban aplastadas y deformadas en más del 70%. El procedimiento normal en estos casos es una cirugía para colocar unas barras de Harrington (barras de acero inoxidable que se fijan a la columna).

Después de preguntar a los mejores especialistas, todos tenían el mismo diagnóstico.

Joe Dispenza como médico que era, lo entendía pero no se resignaba. Los médicos diagnosticaban que pasarían de 3 a 6 meses antes de recuperarse para poder caminar. El procedimiento sería reposo absoluto. Luego habría que ponerle un aparato corrector que tendría que llevar de 6 meses a 1 año. Y en el momento que tratara de ponerse de pie podría quedar paralizado porque la D8 estaba en cuña y se deslizaría hacia delante de la columna.

Las barras de Harrington significaban  vivir con una discapacidad permanente y posiblemente con un dolor constante.

Joe Dispenza  confiaba en la capacidad del cuerpo para curarse a sí mismo.

Se fue del hospital y se instaló en la casa de dos amigos suyos durante tres meses. Elaboró un plan de acción para curarse:

-Dieta de alimentos crudos en pequeñas cantidades, 3 horas al día para meditación y autohipnosis. Visualización, con la alegría que conlleva estar completamente curado, que su columna estaba reparada por completo. -Reconstruyó la columna palmo a palmo, reconstruyendo cada segmento con imágenes mentales.

Así comenzó su recuperación con la idea de que sanar era algo posible. Ideó un sistema de presión gravitacional para la zona dañada para recuperar el calcio en la reconstrucción de los huesos rotos.

Habían pasado 6 semanas y se encontraba fuerte y sin dolores. El siguiente paso fue recuperarse en la piscina.
A las 8 semanas podía gatear en tierra firme. A las 9 semanas pudo utilizar el retrete.

Durante su periplo de recuperación se reafirmó de cómo los pensamientos y las emociones crean nuestra realidad.

A las 9 semanas y media se puso en pie y a las 10 semanas comenzó a trabajar de nuevo. Nada de escayolas, nada de deformidades ni de parálisis. Al momento, ya han pasado 20 años desde que sufrió la lesión y es sorprendente que no padezca de la espalda.

Se hizo una promesa consigo mismo, si era capaz de recuperarse y lograba caminar de nuevo sin quedar paralizado o con dolores insoportables, pasaría la mayor parte de su vida estudiando los fenómenos en los que la mente actúa sobre la materia y cómo la conciencia crea la realidad.

Siempre pensé en mi modesta opinión (o desde mi ignorancia), desde hace muchísimo tiempo, que el cerebro se podía regenerar, que nada era inmutable, y al leer este libro de Joe Dispenza, me ha confirmado, lo que yo ya intuía. Por eso sigo pensando que lo que uno quiere, puede. Hay que derribar nuestras propias murallas.